He llegado,
a pesar de un
largo
, aunque bonito viaje
a Madrid, la capital.
Entré a la
península
a través de Roncesvalles,
cruzando los Pirineos,
y me asenté en
Pamplona
un día. Una ciudad limpia,
no muy grande y ordenada.
Al día siguiente
llegué
a Madrid en tren.
He venido con un
determinado objetivo,
pero no puedo
evitar
observar y criticar la
vida llevada a cabo en
este lugar.
Lo que más me ha
podido llegar
a
sorprender es la
escasez de honra
y de decencia en
mucha gente,
sobretodo
la
menos educada.
Al desmontarme del AVE
, tuve que participar en
una disputa de
palabras
con una persona que insistía
en ponerse en frente
de mí en la cola
para
comprar tiquetes de
transporte público.
Es muy tediosa la
presencia de un
egoísmo profundo,
de la falta de
colaboración social
y del ceñimiento a
uno
mismo y los
parientes cercanos.
No hay motivación de
colaboración.
Aunque está claro
que gente
indecente
hay en todas partes
al igual que decente.
Pregunté a un señor
sobre
la ruta que había
que seguir para
alcanzar la embajada,
y muy amablemente me
indicó que camino debía
de seguir.
noté como la mitad de las
personas
presentes
no estaban
trabajando
como es debido,
distrayéndose,
blando con el vecino,
navegando en
Internet sobre
temas de ocio
que claramente
no estaban
relacionados con el
trabajo que deberían
de estar haciendo,
jugando a algún
juego o incluso
pasando las horas
de trabajo en la
cafetería
¿A caso son gente inconsecuente?
¿No saben que cuanto
menos trabaja uno más
tendrá que estar en
la oficina? Me irrita
el hecho de que la
gente piense en el
placer inmediato y
hedonista. Y el
problema es que
después, la mayoría
de estos, por
llamarlos de alguna
forma, “trabajadores
despistados” se quejan
de que tienen que trabajar demasiado
los fines de semana, que no tienen
descanso, se quejan de recortes,
y a los que despiden, se quejan de
los recortes. En Finlandia, esto
no pasa. Se trabaja y luego se
descansa, si hay tiempo. Pero
aquí la situación parece compleja
pero es simple. Las personas con
altos cargos políticos roban,
son corruptos, la misma
historia de siempre.
Pero en realidad,
son exactamente
igual que los “trabajadores despistados”
, la única diferencia
es que sus acciones
las pagan las altas
consecuencias todo el
mundo y en gran medida.
*no lo he leído, pero es poesía moderna. Ahora sólo falta cambiarme el nombre a otro más fogoso y exótico.
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